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Historia del Argentum

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Historia del Argentum Empty Historia del Argentum

Mensaje por Tramix Jue Dic 16, 2010 3:01 pm

Historia del Argentum Papiro_arriba_derecha





HISTORIA DE LAS TIERRAS DEL ARGENTUM



“Se dice que por aquel
entonces...” - Frase popular



Han de ser realmente pocas las criaturas de estas tierras que saben con
certeza qué
hubo en un principio. Si los elfos atesoran ese secreto lo reservan muy
bien, pues
entre los hombres no se ha divulgado más que parcialmente y en forma de
mitos y
leyendas, que han pasado de generación en generación, como
extraordinarios relatos
de antaño. Y basándose en esas gestas populares, muchas son las páginas
de los anales
de Argentum que se han escrito, con el objetivo de explicar lo que fue
el origen de
todo lo que hoy existe.


El comienzo de estos escritos se remonta algunos cientos de años en el
pasado, cuando
el gran Gulfas Morgolock creó el archipiélago de islas que hoy se conoce
como Argentum,
y con ellas cada uno de sus lagos y ríos, valles, bosques y montañas.


Se dice que cuando terminó su obra, Morgolock, maravillado por la
belleza de lo que
había creado, se sintió deseoso de compartirla con otras criaturas que
pudiesen
apreciar semejante espectáculo, y en razón de ello creó a los humanos.
Mas al
parecer, anteriormente a la creación de éstos, la deidad había creado
muchas otras
criaturas, pero ninguna satisfizo sus deseos por completo, pues no todas
resultaron
ser nobles por naturaleza; y por lo tanto, a muchas de ellas decidió
encerrarlas en
las profundidades de la tierra, para velar así por la integridad de sus
posteriores
creaciones.



El Dios y el Rey.


Finalmente el día llegó en que los hombres despertaron a la vida y
Morgolock se sintió
realmente complacido por ello. Los amó tanto que, si bien los instruyó
en lo básico,
les dio una amplia libertad de actuar. Así, con el tiempo aprendieron a
sembrar,
construir y con la ayuda de su Creador dominaron pronto el arte del
fuego. Y tanto fue
que los amó que les dio prioridad sobre las criaturas menos inteligentes
a las cuales
había dado el soplo de vida en años tempranos -cuando sus poderes eran
aun jóvenes- al
punto que les permitió valerse de ellas para subsistir, enseñándoles,
así, a pescar,
talar y cazar.


Pasados muchos años desde que se asentaron los humanos, y como con el
transcurrir del
tiempo se habían tornado realmente hábiles e inteligentes, un incipiente
Reino surgió
al Sur de la gran isla. Y en aquel Reino erigieron un magnífico palacio,
tratando de
imitar las mansiones que su Padre, el gran Morgolock, había situado
frente a las costas
del Este.


Y aunque lejos estuvieron de lograr la majestuosidad de aquél palacio
divino, con
semejante obra, Gulfas confirmó que aquellas criaturas eran realmente
dignas de él,
y entonces tomó al Rey de los hombres (quien era respetado por su pueblo
por ser el
mejor entre ellos) para ilustrarlo e impartirle enseñanzas de un modo
mucho más elevado.
Le iba a revelar sus mayores secretos, para que luego éste se los
transmitiese a sus
hermanos.


Y fue así que el Rey de los hombres se sentó largo tiempo a su lado, y
de él aprendió
la magia antes que cualquier otro ser en estas tierras. Asimismo, por
pedido del Dios,
aquel Rey se comprometió públicamente a velar durante toda su vida por
el bienestar de
su pueblo, pues su poder traía aparejada la responsabilidad de cultivar a
los demás.


Con el tiempo el Soberano era cada vez más alabado por lo poderoso que
se había vuelto, pero
a medida que más aprendía, con mayor frecuencia se presentaba en su
mente la idea de que los
demás hombres estaban lejos de ser lo que él era, llegando, incluso, a
dudar de que aquéllos merecieran aprender lo que él sabía, pues pensaba
que “el pueblo sólo necesitaba un buen
rey y eso ya lo tenía”
.


A la vez, en su corazón otro sentimiento comenzó a acrecentarse… el más
cruento y terrible de
los pecados: la envidia. Envidia que comenzaba a sentir por su mentor
Morgolock, quien todavía
era notablemente más poderoso que su discípulo.


Y con ese pensamiento rondando en su cabeza, desarrolló con el tiempo
una idea que cada día
se tornaba más espantosa. Llegada la ocasión en que se creyó listo para
intentar el desafío
a su mecenas, usó su magia para escabullirse entre los hombres y sin ser
visto provocó en las afueras de palacio un gran fuego. Esto alertó a
Morgolock quien pronto se dirigió allí e hizo
uso de sus poderes para aplacar las llamas.


Entonces, el Rey, surgiendo de entre sus fieles, desafió al creador
diciéndole: "-¡Oh,
gran Morgolock a quien todo debemos! ¿Qué sería de nosotros –simples
humanos– sin tu guía?
Pero temo por lo que podría pasar si algún día, tú no estuvieras, o si
en lugar de un solo
foco de fuego hubiese cientos de ellos. Tú solo eres uno, y tu poder no
puede igualarse.”



Morgolock sintió curiosidad por conocer más a fondo aquel planteo del
Rey, pues nunca lo había
oído hablar de tal modo. Así que le pidió que se explayara sobre su
planteo, por lo cual éste
–que estaba esperando esa reacción del demiurgo- prosiguió: “-¡Si
tan sólo hubiera una
manera de poder ayudarte yo lo haría! Pero para tal fin necesitaría de
tu poder. Crea, pues,
un árbol más glorioso que todos los otros, y pon en él tu poder. Que
florezca y dé frutos y en
cada uno de ellos pon tu esencia misma. Mientras comamos de él, el poder
que has puesto volverá
a nosotros una y otra vez, así como nos regresan las fuerzas físicas al
comer del fruto de
los demás árboles. Y si acaso un día necesitáramos de tus poderes y no
estuvieses tú para protegernos, yo me comprometo a comer de él para así
poder ayudar y velar por el bien y el
cuidado de todos los hombres y mujeres que habitan estas tierras.”



Por primera vez en su vida, Morgolock pudo percibir la envidia en el
corazón de uno de sus
hijos, pero a pesar de su triste descubrimiento, no quiso mostrar
sorpresa o indignación
alguna frente a sus criaturas. Y por ello, algunos entre los hombres
afirman que en aquel
momento Morgolock fue engañado... Pero los más sabios aseguran que si
bien Morgolock no
quiso oponerse al libre albedrío que les había sido otorgado como don,
tampoco quiso, en su
profunda tristeza e indignación, descubrir el velo que yacía sobre la
profunda decepción que
sintió de los hombres, y así ver hasta que limites podían llegar sus
creaciones. No obstante, descubrió, en su mera piedad, la voluntad en
ese momento y por siempre de guiar y ayudar con
todo su espíritu esta batalla que los hombres llevarían inscriptos en sí
para con sí mismos.



El “Árbol Blanco”.


Poco tiempo después, en los vastos jardines de su Palacio, plantó
Morgolock un árbol único al
cual llamó “Árbol Blanco”, más grande y bello que cualquier
otro, que creció fuerte
y velozmente. Y en él depositó su poder y él mismo se alimentó de sus
frutos durante un largo tiempo, lo que parecía volverlo cada vez más
poderoso. Pero al Rey no le importaba esto, pues
era a él a quien Morgolock le había encomendado el cuidado del poderoso
árbol, y sabía que en
algún momento iba a poder usufructuarlo en su beneficio.


Hasta que finalmente un día, el Rey vio la oportunidad de consumar su
plan, y mientras Morgolock
se encontraba ausente se dirigió a los jardines y comió del “Árbol
Blanco” cada uno de sus
frutos hasta hartarse, obteniendo de esta forma el poder que tanto
anhelaba. Y así el poderío
del gran Morgolock recorrió sus venas de espesa sangre traidora, hasta
alcanzar cada rincón de
su cuerpo. Pero junto con este nuevo poder, también una incipiente
maldad crecía en su interior
de manera acelerada… Muchas veces el poder es el mejor nutriente para el
pecado.


En poco tiempo su cuerpo se transformó en un reflejo de aquella vileza.
Su rostro se
desfiguró, su ira podía verse en sus terribles ojos, y en su cabeza dos
brutales cuernos
surgieron amenazantes; su piel se volvió de un rojo incandescente como
el fuego y vivo,
como la sangre misma; su cuerpo creció hasta alcanzar casi 30 pies de
altura, y de su
espalda surgieron dos espantosas alas.


“Demonio” fue el primer nombre que los hombres le dieron a
este nuevo y poderoso
ser que se enfrentaba abiertamente con sus dioses; pues nadie podía
reconocer en él al ser
humano que alguna vez supo ser su probo Rey.


A medida que se acrecentaba su fama recibió nuevos apodos o
calificativos, que siempre
denotaban la maldad del mismo, y así, lo llamaron también: “Señor
Oscuro”
,
“Amo de las tinieblas”
, “El traidor” y “El Vil”.
Pero él también
se dio a sí mismo un nuevo nombre, aunque éste nunca fue pronunciado por
los hombres,
quienes aún temen hacerlo.



Sacrílega vanidad.


Sin embargo, a pesar de todo el poder que había adquirido, rápidamente
notó que carecía de
ciertas facultades esenciales que poseía Gulfas Morgolock. Y una de
estas facultades, y
quizás la que más envidiaba de su mentor, era la de poder crear vida.
Pues así como un
hijo no puede engañar a un padre, ni un alumno a un maestro, y si bien
Gulfas puso mucho
poder en aquel árbol, supo guardar muy bien algunas de sus cualidades
más importantes; y
entonces el otrora Rey, sintiéndose engañado, lo odió aun más.


Desesperado frente al descubrimiento de esa inferioridad, y en su fiebre
de poder, creyendo
que con su astucia podría contrarrestar la desigualdad de poderes, fue
al encuentro del gran Morgolock, dejando atrás todo buen pensamiento y
dispuesto ya a enfrentarlo abiertamente en
combate particular, para de ese modo ser el único señor y amo de toda la
creación.


Una calurosa tarde de verano, el antiguo monarca, repleto de furia y
maldad, se presentó
ante su mentor, en las puertas mismas de su palacio y lo desafió
públicamente a un
enfrentamiento individual. La deidad quiso rehusar el reto e intentó una
conciliación a
través del diálogo, invitando a su oponente a su recinto para zanjar las
diferencias. Pero
el Demonio, indignado, comenzó el ataque con una violenta descarga de
conjuros, cuyos
destellos se pudieron divisar a varios kilómetros del lugar.


Pronto quedó en evidencia que no fue cauto el actuar del Señor Oscuro.
Resultó fácil para
el poderoso Gulfas repeler los fervientes ataques de su agresor. Mas sin
perjuicio de ello,
a pesar de lo breve de la contienda, fue tan intenso el combate que
pocos de los presentes
pudieron quedarse a ver el desenlace de la lucha, sin sufrir las
consecuencias funestas de
tanto poder mágico en pugna. Al terminar el duelo, pocos eran los
testigos de la contundente victoria del demiurgo.


Y fue sólo gracias a la piedad del bondadoso Dios, y a la pena
inconmensurable que le
produjo ver en qué se había convertido su otrora criatura más virtuosa,
que el Demonio
aquella tarde pudo huir con vida del campo de batalla.



La venganza del Demonio.


Lejos de servirle como lección de humildad y sumisión, aquella derrota
alimentó el odio y
la sed de revancha de aquel devenido Demonio. Por lo que durante largos
años planeó una
nueva estrategia para poder culminar sus planes de aniquilar al gran
Morgolock.


Pero esta vez, la experiencia vivida lo llevó a no caer en el mismo
error de subestimar
al Creador, y se valió de su creciente sagacidad para obrar con mayor
cuidado y prudencia.
Y así, cambiando –a través de sus malignos poderes- su horrenda
apariencia, se apareció como
un simple aldeano por las ciudades. Y de ese modo, evitando la aguda
vista de Morgolock,
quien vigilaba atentamente las ciudades tratando de encontrarlo, anduvo
entre los hombres,
y con mentiras y engaños tergiversó las historias y sembró desconfianza y
rencor entre
aquéllos, y a la vez logró desparramar la más terrible calumnia sobre su
antiguo maestro,
a quien acusó de haber asesinado al Rey de los hombres, consecuencia de
los celos que sentía
por aquellas criaturas (los humanos) que se perfeccionaban día a día.


Y no sólo ello, sino que esporádicamente, recobraba su apariencia de
Demonio y asolaba a
los humanos, y luego, volviendo a su disfraz mundano, cuestionaba la
falta de protección
del “gran Morgolock”, que permitía aquellos violentos ataques.


La cizaña sembrada por el despechado Demonio, lentamente fue dando sus
pérfidos frutos,
y muchos de los hombres de aquel entonces comenzaron a renegar a viva
voz de su Dios.
Sin embargo, otros tantos permanecieron fieles a su bienhechor, pero
atento el tono agresivo
que iba tomando aquella división, comprendieron que se aproximaban
tiempos muy duros para
aquellas tierras.



La diáspora dolorosa.


Triste entre los días fue aquel en que los partidarios del gran
Morgolock, se vieron
obligados a partir hacia las tierras del Norte.


Los infieles que el Demonio y su maldad habían atraído, exultados por su
nuevo líder y
cegados por una febril sed de sangre, cruzaron un límite sin retorno
cuando tomaron
brutalmente la vida de otros hombres, argumentando la defensa de
supuestos ideales. Los
que antes eran debates acalorados en tabernas y callejones de aldeas,
pero mantenidos
siempre dentro de una órbita de paz, dieron paso a una insensata masacre
que tiñó de
grana aquellos pacíficos caseríos.


Nadie olvidará jamás ese oscuro día en que comenzó aquel doliente éxodo.
El mismo
Morgolock debió organizar la peregrinación hacia tierras lejanas, una
fría mañana de
invierno.


Antes de que despuntara el alba, cobijados por la oscuridad, un
contingente de millares
de personas tomó los caminos inexplorados que confluían hacia el Norte.
Los rostros eran
de tristeza y dolor, y el silencio era ensordecedor.


A pesar de su estrepitoso triunfo, los planes del Demonio estaban lejos
de concluir. Sin
dudas no se detendría hasta destruir por completo a su adversario y a
sus obstinados
seguidores.


Y en aras de continuar con su trabajo, utilizó el poder –que poco a poco
controlaba con
más destreza– para quebrar los sellos que en otro tiempo Morgolock había
creado, liberando,
así, de las profundidades a peligrosas bestias, las que sometió a sus
designios con facilidad.
Fue por ese entonces que las tierras de Argentum se volvieron realmente
hostiles a los hombres,
y ya nadie que no estuviera dispuesto a enfrentarlas, abandonaba su
hogar sin temor.


Con una verdadera legión a su servicio, el Demonio vio que era momento
oportuno de declarar abiertamente la guerra contra todo aquél que no
estuviese dispuesto a servirle, y mandó a
derrumbar el altar que en otro tiempo se alzaba glorioso en el palacio
de los hombres; y
construyó allí un trono, imponente como aquel que ocupaba Morgolock en
las tierras del Este.



La cavilación de un Dios y la
isla de los elfos.



Mucho tiempo meditó Morgolock sobre lo sucedido con el “Árbol
Blanco”
, permaneciendo,
en razón de ello, ausente ante los males que se desataban entre sus
criaturas, pero al cabo de
este tiempo supo finalmente cómo actuar.


Los más sabios aseguran que sintió la necesidad de enmendar su error, y
que para ello decidió
crear a los elfos, una nueva raza, aun más perfecta que los hombres
mismos, e inmune al paso
de los años y a la enfermedad, y les pidió a éstos que instruyeran a los
hombres fieles de
entonces en el arte de la magia y en el uso del arco y la espada.


A su vez, tomó un retoño del agonizante “Árbol Blanco” y lo
plantó en una lejana
isla, fuera del alcance del Demonio y al cuidado de los siempre
vigilantes elfos, quienes
sentaron allí su morada. Y fue así que nunca más huella alguna mancilló
la tierra donde
aquella poderosa planta crecía alta como su creador, ni nadie volvió a
ser receptor del
poder de Morgolock por su intermedio.


En cuanto a aquella isla, pocos hombres la han hallado por cuenta
propia, y lo poco que
se sabe de ella proviene de difusos relatos de aquellos quienes con la
ayuda de los elfos
han visitado el mágico lugar, pues un poderoso hado pende sobre sus
costas y no hay
tripulación mortal capaz de alcanzarla.



Los preparativos de la
batalla.



Morgolock, viendo el gran despliegue de ejércitos que promovía el
Demonio, entendió que
una guerra era inminente, como también que sus seguidores no estaban
listos para afrontarla,
pues el tiempo apremiaba y mucho de lo que precisaba hacerse no estaba
aún listo. Fue
entonces que decidió despertar a los enanos… hijos de la tierra misma.
Criaturas de pequeña
estatura pero de físico robusto, que gracias a su organizada actividad
eran capaces de
horadar las montañas y dar forma a la piedra como ningún otro ser sobre
la tierra.


Una vez que los enanos emergieron de su prolongado sueño, el buen Dios
les encomendó
construir armas y armaduras, cascos y escudos, y les pidió también que
levantasen un
fuerte en las tierras del Norte, pues las aldeas de los hombres no eran
bastión lo
suficientemente fuerte como para soportar los virulentos azotes que el
Demonio podía asestar.


Pero esto último no pudo culminarse, porque antes de que los enanos
terminasen su obra,
el mal acechó nuevamente y Morgolock debió refugiar a todos los suyos
tras los muros de
su palacio, en las fértiles tierras del Este.


Previo a ello, el Demonio terminaría de consumar su vigoroso ejército,
al pactar una
alianza con los elfos oscuros. Estos poderosos seres, cuyo espíritu
belicoso era tan
fuerte como su ambición de poder, hicieron sentir al Señor de las
Tinieblas, lo
suficientemente fuerte como para atacar finalmente a Morgolock, en lo
que él entendía
iba a ser la batalla final, que definiría, de una vez por todas, quién
sería el único
e indiscutido señor de todas las tierras.



El sacrificio de la guerra.


Las fuerzas del gran Morgolock no estaban aún completamente agrupadas,
cuando ante las
puertas del gran Palacio nuevamente se presentó desafiante el Demonio,
sólo que esta
vez acompañado por sus terribles hordas. El más gigantesco ejército
jamás reunido,
compuesto no sólo por varios millares de hombres y enanos (unos
seducidos por el poder
y otros atrapados en su propia avaricia) y los temibles Drows o elfos
oscuros, que
atemorizaban por su solo aspecto maligno, sino que también estaban,
entre aquella
terrible hueste, las horrendas criaturas rescatadas por el villano de
los cadalsos
subterráneos impuestos antiguamente por el buen demiurgo. La imagen que
mostraba
aquella oscura legión, era de verdad aterradora.


Pero los humanos fieles estaban allí para hacer frente a aquel batallón
maligno. Los
más valientes guerreros que habían permanecido al amparo de Gulfas, se
encontraban
reunidos frente al Palacio, dispuestos a dar la vida si fuese necesario
para evitar
que el maligno derrotase a su Dios y tomase el poder en sus tierras.


Y no estaban solos… junto a ellos se agrupaban los más feroces guerreros
que la raza
enana había engendrado, y aquellos valientes enanos –que amaban crear
pero no así
atesorar– también estaban dispuestos a derramar su espesa sangre para
mantener el
orden y la paz en la tierra.


Estas pequeñas criaturas, unidos y en formación de batalla, miraban con
sorna y entre
medio de risotadas a las huestes demoníacas, pues era tan grande su
orgullo y su
altanería, que hasta en aquellas situaciones tan dramáticas se mofaban
de sus
contrincantes.


Eso sí, faltaban llegar las tropas de los elfos, que se sabía estaban en
camino, mas
todavía no aparecían por aquella región… y esto preocupaba enormemente
no sólo al
ejército del bien, sino también al mismo Morgolock.


El poder del Demonio era evidente que había crecido en enorme medida, y
eso se reflejaba
en sus tropas, que se mostraban seguras de su superioridad, haciendo
caso omiso a las
insolentes provocaciones de los enanos.


De entre medio de las tropas oscuras, apareció, magnificado en un gran
carruaje, el
Demonio; quien lentamente y con gesto triunfal se adelantó hasta el
centro del terreno
que separaba las tropas, y exultó a Morgolock a que se rinda y entregue,
para evitar de
ese modo una masacre innecesaria.


Por su parte, Morgolock, que veía que los elfos no iban a llegar a
tiempo para evitar
una cruenta derrota, caviló ante la propuesta de su adversario, pensando
que quizás no
hiciese falta sacrificar tantas vidas… Pero no tuvo tiempo a reaccionar
cuando un hacha
salió violentamente despedida –desde el sector donde estaban la
cuadrillas de elite de
las tropas enanas– en dirección al mismísimo Demonio, que de no ser por
la oportuna
intervención de uno de sus lanceros (quien desvió la trayectoria del
hacha de un
lanzazo) hubiese sido despedazado por aquel improvisado proyectil.


Esta provocación irreverente no sólo fastidió al Demonio, sino que
también en cierta
medida lo atemorizó, motivo por el cual, sin pensarlo, con un
desgarrador alarido
gutural, dio la orden de ataque.


Como una gigante bestia reptante que de pronto se despierta, las hordas
del mal
comenzaron su despliegue asolador... La batalla había comenzado.


Todo era estruendo, grito, polvo, sangre y rechinar de espadas. Los
magos lanzaban sus
más terribles conjuros y los guerreros avanzaban violentamente con sus
gigantescas armas
hacia ellos para evitar sus sortilegios. Los druidas utilizaban
nerviosamente sus secretos
para provocar bajas enemigas. Los paladines guerreaban santamente entre
medio de plegarias fervientes. Los bardos entonaban canciones de guerra
que fortalecían el espíritu de las
tropas, mientras blandían sus armas ferozmente.


A pesar de la increíble valentía de las tropas del bondadoso Morgolock,
rápidamente las
huestes demoníacas se mostraron mejor posicionadas en el combate, y
comenzaron a hacer
verdadero daño en las filas de sus contrincantes. Decenas de valientes
enanos –quienes
habían tomado, rápida y deliberadamente, las primeras líneas del
combate– sucumbían
frente al enemigo.


Pronto el palacio de Morgolock fue tomado por el enemigo, y sus altas
torres y amplios
salones, quedaron destruidos casi por completo. Con tanta violencia
arrasaba la horda
demoníaca, que hasta la fértil tierra que allí había se tornó, en
cuestión de segundos,
estéril y árida… Tanto, que mucha de ella, tiempo después, quedaría
directamente
sumergida bajo las aguas, por la dura presión sufrida.


El mal estaba a escasos minutos de una victoria avasallante. Por más
aguerridos que
fuesen y por más bien que combatiesen, las tropas de Gulfas no podrían
resistir mucho
tiempo más.


Pero de pronto, el cielo se ensombreció sobre las filas del Demonio…
miles de flechas
comenzaron a llover sobre las sorprendidas tropas de retaguardia, que
estaban más
distraídas festejando la inminente victoria que atentas al combate que
todavía se
sucedía con bravura en el frente de batalla. Los elfos habían llegado.


El ataque élfico por la retaguardia fue tan veloz y contundente, que
pronto reinó el
desconcierto en las filas oscuras, lo cual provocó una resurrección
anímica en las
tropas leales a Morgolock, que todavía resistían valientemente en el
frente. Éstas,
reanimadas, comenzaron a hacer retroceder a sus contrincantes. El rumbo
de la contienda
parecía repentinamente virar…


Esto enfureció tanto al Demonio, que decidió tomar cartas personalmente
en el asunto.
Se le escuchó lanzar un feroz rugido y al segundo se había
transfigurado, creciendo de
tamaño notablemente y adquiriendo un aspecto aterrador. Comenzó a atacar
a las tropas
rivales vehementemente; con violentos golpes de su espada hacía volar
una veintena de
guerreros, y con los inauditos conjuros que lanzaba derribaba
formaciones enteras.


Nuevamente la balanza se inclinaba para el lado de las huestes del
Demonio. Pero
Morgolock no podía permitir eso, y fue así que tomó una dura decisión.
Utilizando
todo su poder, abandonó su forma física, y transformado en un espectro
resplandeciente
atacó directamente al demonio con una brutalidad y un poderío jamás
vistos.


Y de ese modo, logró en un instante derrotar y confinar al Demonio más
allá del tiempo
y el espacio.


Fue aquélla la última vez que un ojo mortal pudo ver al gran Gulfas
Morgolock, y es por
eso que los hombres nunca han sabido entender completamente el desenlace
final de aquella
cruenta batalla. Sin embargo, su sacrificio no fue en vano, ya que el
Demonio quedó
encerrado en la oscuridad del averno, donde sólo sus más poderosos
sirvientes pueden
entrar o salir, y largo tiempo pasó hasta que éstos lograran hallarlo.



El comienzo de un nuevo
mundo.



Si bien la batalla terminó en victoria para los fieles, el precio a
pagar fue más
alto de lo que éstos hubieran imaginado. Muchos seguidores del Demonio
huyeron y se
refugiaron al Sur, terminando de corromper por siempre la primer morada
de los hombres.
Las criaturas que el demonio había liberado, ya fuera de la influencia
de su oscuro amo,
moraron según su voluntad y se multiplicaron por las tierras del
Argentum, aunque muchas
de ellas regresaron a sus antiguos recintos subterráneos (que el creador
antaño había
construido para retenerlas) y se aferraron a ellos para no salir nunca
más.


Los fieles entre los hombres partieron al Norte, lejos de todo aquello
que les hiciera
recordar la cruenta batalla acaecida y a quienes habían perdido en ella.
Pero concientes
de que el mal no les daría descanso por mucho tiempo, continuaron los
trabajos que Morgolock
y los enanos habían comenzado, y un lujoso palacio, de anchos muros,
surgiría en el Norte,
para oponerse a las oscuras fuerzas que se proliferaban al Sur.


Los enanos, por su parte, decidieron regresar a sus vidas, lejos de las
batallas de los
hombres. Varias fueron las montañas, hermosas a sus ojos, donde
decidieron construir sus
recintos. Y evitando la llegada de visitantes indeseados, cavaron
profundas y amplias
cuevas donde vivirían durante años sin la necesidad de salir al
exterior. Con reforzados
portales, los enanos olvidaron por mucho tiempo los problemas del mundo y
se dedicaron
a explorar los secretos que las tierras de Argentum guardan bajo su
superficie.


Con la partida de Morgolock los elfos abandonaron la gran isla y se
retiraron para
cumplir la misión más importante que aquél les había encomendado,
proteger el retoño
de su árbol, que aún crecía inmaculado y lejos de oscuras manos.


Los elfos oscuros, sobrevivientes de la batalla, regresaron al fondo de
sus moradas
subterráneas, donde continuaron sus estudios en artes extrañas,
aumentando su poder
y masticando un odio que aún los tiene alertas en la búsqueda de una
venganza. Los
drows que todavía vagan por las tierras, es el día de hoy que tienen que
afrontar un
difícil camino, pues aquéllos que han querido redimirse, han tenido que
enfrentar
culpas y prejuicios, y pocos son los que no los discriminan, olvidando
los viejos
rencores.


Sin embargo, éstas no son las únicas criaturas que han poblado las
tierras de Argentum
desde aquel entonces, porque varios años después de aquella batalla, una
nueva raza
surgió y comenzó a poblar la gran isla, sin que nadie en su momento haya
podido
comprender bien cómo ni cuándo aparecieron.


Estamos hablando de los gnomos… Pequeñas criaturas, cuyas primeras
aldeas que se les
conocieron se encontraron en las tierras donde una vez estuvieron los
bastos jardines
de Morgolock. Desde cuándo habitan allí nadie lo sabe, y los gnomos
mismos jamás han
sido claros para explicarlo. Y lo poco que se conoce de estas pícaras e
intrépidas
criaturas es su habilidad para la magia, la cual aprenden a dominar con
una sorprendente
facilidad. Tanto, que muchos creen que de alguna manera la arcana magia
de Morgolock vive
aún en estas encantadas criaturas.



Epílogo. La versión élfica.


Los elfos saben mucho de lo que es y lo que fue, pues son fríos a la
hora de pensar o
juzgar lo que ante ellos sucede y jamás olvidan algo que sus ojos han
visto. Pocas veces
han hablado a los hombres sobre las verdades del mundo, pues no
malgastan sus palabras
con aquellos que no desean oír.


Sin embargo, saben que gran parte de la historia que los humanos cuentan
es producto
de la fábula y el desconocimiento. Aunque durante mucho tiempo han
mantenido el silencio
al escucharlas, ya sea para evitar discusiones que presumen inútiles,
como así también
para no revelar secretos que no deben ser profanados.


Los sabios entre los elfos, han registrado con certeza los
acontecimientos del mundo
y han sabido guardar bien sus escritos a través de los siglos, evitando
que cayeran
en malas manos.


Se dice en éstos, que no fue Morgolock quien creó a los humanos, sino
que simplemente
acudió a las tierras de Argentum –a la que los elfos llaman “Tyëlendor”
con
la intención de preparar todo para la llegada de los hombres, deseoso de
estar presente
en la hora en que éstos despertasen, pues era una raza a la que las
antiguas profecías
le daban un papel predominante.


Antes de la llegada de los hombres, muchas de las criaturas que
habitaban en la isla
eran salvajes, y Morgolock temió que en este inhóspito ambiente los
primeros hombres
–indefensos aún– encontraran la muerte ante tanto peligro. Por lo cual,
construyó
mansiones bajo la tierra, y las aisló allí para proteger la ansiada
llegada de
los hombres.


Tampoco los elfos se consideran, ellos mismos, obra de Morgolock, pues
mucho tiempo
llevaban en el mundo, incluso mucho antes de que los humanos vieran la
luz del día.


Según cuentan, arribaron en sus hermosas naves a las costas de Argentum
en el momento
adecuado… Si respondían al llamado de Morgolock o la tierra misma los
guió a donde se
los necesitaba, es un secreto que ellos no han revelado aún.


Muchas veces los humanos han hablado de cómo Morgolock creó a los
audaces enanos, pero
entre los elfos otros son los relatos que se cuentan al respecto. Para
ellos, el padre
de la raza enana no es otro que el hábil “Moradin”, a quienes
algunos llaman
“Mahal”, amo y señor de la forja; y quien en un lejano pasado
los habría sumido
en un largo letargo, a la espera de la hora adecuada para ser
despertados.


Si fue la intención de Morgolock hacerlo, quitándolos así de su
somnolencia, no es algo
que haya sido aclarado. Pues mientras unos piensan que esto fue así,
otros creen que en
realidad fueron los temblores que sobrevinieron a su pelea con el
Demonio, lo que realmente
los trajo en sí nuevamente.


De ser así, al parecer, algunos de los enanos han perdonado que los
estruendos de aquella
primera batalla entre Gulfas y el Demonio, los haya despertado antes de
la hora que su
padre les había designado, y que además los obligaran a enfrentar un
enemigo que no les correspondía.


Pero otros han hecho de esto un verdadero resentimiento, y piensan que
de no haber sido
así, ellos hubiesen despertado en una época maravillosa, donde sólo
deberían usar sus
mazas para trabajar la piedra, en lugar de arriesgar sus vidas en
demenciales batallas.


Se narra también, en estos sabios escritos, que en realidad Morgolock no
permitió la
traición del Rey de los hombres por vanidad o negligencia, sino porque
así estaba escrito
y porque además sintió la curiosidad de poner a prueba a los hombres y
ver de qué eran
capaces ante tal situación.


Aseguran que las intenciones de Morgolock siempre habían sido nobles,
pues tan sólo
deseaba iluminar a los hombres y enseñarles acerca del mundo que los
rodeaba, pero
que descubrió tarde que algunas cosas sólo responden a los designios del
más alto…
un Dios supremo, a quien los elfos muchas veces nombran, el padre de
todos. Asimismo
aseveran, que también descubrió que no sólo trajo a los hombres la luz
del conocimiento,
sino que sin saberlo les hizo a la vez un daño, dándoles la oportunidad
de despertar el
temor y la envidia, padres de males mayores.


Sin embargo, aunque los hombres piensan que Morgolock los abandonó, los
elfos saben que
realizó su gran sacrificio para resarcir en cierto modo su error, y
aunque su forma
física no sea visible, su espíritu aún está presente en las tierras del
Argentum y es
la fuerza que confina al Demonio en su oscura prisión.



Anales de los Elfos Oscuros.


Otro de los misterios, que aparentemente encuentra una respuesta
–diferente a la que
circula entre los humanos– en las bibliotecas secretas de los elfos, es
el de la
aparición de los elfos oscuros.


Allí se dice que de la perfección de su raza se dio a luz a una nueva no
tan perfecta.
Y que ello sucedió en tiempos remotos, cuando los elfos comenzaron a
practicar nuevas
magias que parecían revolucionar el arte legendario. Estas nuevas magias
eran superiores
a todo poder conocido hasta entonces por los elfos, y comenzaron a
aparecer elfos
mágicos, que rendían culto a una nueva Diosa, quien pedía a sus
seguidores extraños ritos
y sacrificios.


Aunque con el tiempo esta magia fue declarada maligna y destructiva por
los mismos elfos,
algunos enceguecidos por su poder siguieron practicándola, creando de
este modo rencor y
enemistad en el apacible pueblo. Aquellos elfos quienes practicaron esta
magia fueron
finalmente perseguidos y desterrados. Expulsados de los bosques en donde
habían habitado
durante toda su existencia, emprendieron un largo viaje hacia las
tierras del Este,
ubicándose en unas oscuras cuevas que se habían formado misteriosamente
en el interior
de unos islotes lejanos.


Estos elfos centraron su poder en la ira y el rencor hacia sus antiguos
hermanos, su
expulsión mucho tuvo que ver, y su poder se acrecentó mediante cultos y
ofrendas hacia
su nueva Diosa, a quien cada vez seguían con más devoción.


Fue sólo cuestión de tiempo para que el Demonio encontrase a este pueblo
desterrado
y utilizase aquel resentimiento que cobijaban, en su propio beneficio.
Aunque en un
principio el pueblo se mostró reacio a obedecer al Demonio, fue su
siniestra Diosa
quien, traicionando a sus súbditos, terminó de forjar la alianza
demoníaca, pactando
con el Señor Oscuro, una serie de favores que luego de la victoria éste
debería
concederle, para aumentar el número de sus seguidores.


El Demonio, vil y austero en palabras, prometió a estos elfos mayor
poder en sus
conjuros, mayor fuerza en su intelecto, y también proclamó guerras y
maldiciones
para con los elfos de los bosques.


Utilizando su oscuro poder, el Demonio poco a poco corrompió a los elfos
desterrados.
Y finalmente, para lograr atarlos a su voluntad, hizo beber a cada uno
de ellos de
su sangre. Y fue entonces que en esos elfos se produjeron muchos
cambios, porque a
medida que su corazón se ennegrecía, con él también se ennegrecía su
piel, se aclaraban
sus cabellos y se encendían sus ojos. La ira que llevaban dentro,
potenciada por este
diabólico pacto de sangre, los hizo notoriamente más fuertes, pero a la
vez enturbió
sus mentes y se volvieron menos sagaces de lo que una vez fueron. “Drows”
fue el nombre que el Demonio le dio a esta nueva raza, pero muchos les
llamaron
“elfos oscuros”.


Sin embargo, no todos los elfos oscuros se sometieron a este humillante
pacto fraguado
en maldad. Alzados en una violenta rebelión, contra la Diosa y su nuevo
aliado siniestro,
que fue liderada por "Calyrr" (un valiente elfo oscuro, quien
arrepentido de
sus actos de antaño decidió revertir la situación), una gran cantidad de
Drows lograron
huir de su pueblo, y escapar hacia la agreste libertad de lejanos
bosques inhabitados,
en los cuales se establecieron pacíficamente y todavía hoy se los puede
ver transitar
callados, sombríos y valientes.




"Ten viajero, ahora ya sabes de los comienzos de Argentum, acepta
este ropaje, estas
bebidas y manzanas. Ahora toma tus cosas y emprende viaje, un nuevo
mundo está aguardándote,
hazte de amigos y ¡Ten cuidado!, vive una nueva gran aventura en las
fantásticas tierras de
este mundo, al cual llaman ARGENTUM."
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Historia del Argentum Empty Re: Historia del Argentum

Mensaje por Jeff Jue Dic 16, 2010 3:50 pm

Nooo... super aportaso men!
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Jeff
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